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sábado, 25 de agosto de 2012

SOCIEDAD Hasta pronto, Neil Armstrong

Hasta pronto, Neil Armstrong

En todo el mundo se lamenta el fallecimiento de Neil Armstrong, por complicaciones cardíacas, acaecido hoy sábado 25 de agosto a las 14.42hrs. Fue el primer ser humano en caminar sobre la superficie lunar y su familia, en un breve comunicado, ha señalado que es «un héroe estadounidense en contra de su voluntad, sirvió a su país con orgullo como piloto naval, piloto de pruebas, astronauta, entonces».

UNA BREVE BIOGRAFÍA DE UN OSADO EXPLORADOR

Neil Armstrong, ingeniero aeronáutico, piloto y astronauta, nació un 5 de agosto de 1930 en Wapakoneta, Ohio. A los 18 años, en 1949, ingresó a la Marina de los Estados Unidos donde prestó sus servicios hasta 1952. Al reanudar su vida civil se graduó en Ciencias e Ingeniería Aeronáutica en la Universidad de Purdue (Indiana), y más tarde, amplió estudios en la Escuela de Graduación de la Universidad de Carolina del Sur.

Comenzó a trabajar para la NASA, en el Centro de Investigaciones Lewis, como piloto de pruebas desde 1955 y en 1962 fue admitido como astronauta y sucesivamente ocupó los puestos de jefe de la Oficina de Operaciones y Entrenamiento de Astronautas; suplente de la tripulación del «Géminis 5» y organizador de vuelos espaciales tripulados, para pasar luego al equipo de vuelos de alunizaje. En este destino estuvo a punto de perecer el 7 de mayo de 1968, durante una prueba en la que el módulo lunar se incendió en el desierto de Texas. Sin embargo, su destino quedó unido al éxito del viaje realizado un año después, el Apollo 11.

El logo de la misión
El astronauta comandó el Apollo 11, la misión que logró con éxito poner pie en el satélite el 20 de julio de 1969, y que además, integraban Buzz Aldrin y Michael Collins. En aquel momento histórico dejó su frase para la posteridad: «That's one small step for a man, one giant leap for mankind - Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad».

La misión Apollo 11 fue su último viaje espacial. Al año siguiente, la NASA le destinó a desempeñar labores de despacho, como administrador asociado para aeronáutica en la oficina de investigación avanzada y tecnología. No aguantó en el puesto mucho tiempo. En 1971 abandonó la agencia espacial norteamericana para convertirse en profesor de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Cincinnati.

LA MARAVILLA DE LA MISIÓN APOLO 11

Recuerdo con claridad en dónde estaba aquel 16 de julio de 1969: en una plaza con una radio a pilas escuchando la Voz de América que relataba desde Cabo Cañaveral el lanzamiento del Saturno V. En mi mente de niño quedó grabada a fuego el “20 seconds and counting…T minus 15 seconds, guidance is internal…12, 11, 10, 9, ignition sequence start…6, 5, 4, 3, 2, 1, 0, all engines running…Lift off, we have a lift off, lift off…”.

Aún siento el viento en aquella plaza del mes de julio, porque me parecía sorprendente que el ingenio humano pudiera transportar a un congénere a un hermoso satélite tan cercano y, a la vez, tan lejano. Me parecía, y me parece aún, un sueño que la creatividad humana pudiera tener semejante logro. Todo parecía tan normal, tan puntual, tan rutinario que estaba seguro de que todos sabían lo que había que hacer, hasta que sucedió lo del Apollo 13…

El viaje había empezado el 16 de julio de 1969. Pero, los preparativos se remontaban desde comienzos de los años 60 del pasado siglo, cuando John Kennedy contestó al desafío de la dictadura soviética que representaba poner el primer hombre en el espacio, anunciando que los norteamericanos llegarían a la Luna en la misma década. Se trataba del proyecto Apollo que tras inicios vacilantes y trágicos accidentes llegó a su prueba definitiva.

Eran las 9.32 de la mañana del 16 de julio de 1969 en Cabo Kennedy, cuando el Apollo 11, tripulado por el comandante Neil Armstrong, de 36 años, el piloto Edwin “Buzz” Aldrin, de 39, y el también piloto Michael Collins, de 38, iniciaba el periplo que los llevaría a la Luna y a los libros de historia.

Comienza el viaje de leyenda
La nave de comando se llama Columbia, y el módulo que se posaría en la Luna lleva el nombre de Eagle o águila. Ambas, forman la parte superior de una gran estructura, una serie de cohetes de formidable potencia, el primero de ellos un Saturno V, encargado de dar el primer empujón, consumiendo 15 toneladas de combustible por segundo y que 160 segundos después debía desecharse al mar por agotar sus depósitos ya en las capas altas de la atmósfera. En ese momento, entraban en operaciones cinco motores J-2, que terminaban de elevarle por sobre la superficie terrestre en un tiempo de 9 minutos, periodo que duraba el combustible de los J-2, que luego se desprendían, para quedar ya un único motor de aceleración que se apagaría cuando el Columbia quedó en órbita a 215 kilómetros de la superficie terrestre durante tres horas, tiempo usado por los astronautas para chequear los instrumentos, comprobando que ninguno de ellos ha sufrido desperfecto durante el lanzamiento.

Luego de la revisión, informan a Houston que todo está en orden y reciben la autorización de poner rumbo a la Luna. Disponen de un solo motor, con 70 toneladas de combustible para ir y volver y que les permite acelerar hasta 45.000 kilómetros por hora al no haber rozamiento en el vacío absoluto.

En un momento determinado, se debe realizar una de las maniobras más complicadas y delicadas: «desempaquetar» el Eagle y engancharlo delante del Columbia. Los astronautas lo han ensayado multitud de veces en la Tierra, pero otra muy distinta es hacerlo en la inmensidad de los espacios a aquella velocidad. Desempaquetan al Eagle accionando las pequeñas cargas que desprenden los paneles que le rodean y con una compleja maniobra lo llevan justo delante del Columbia, alargando los ganchos que permite el acople.

Empieza el viaje a la Luna que durará tres días. Durante los dos primeros, la velocidad de los dos vehículos acoplados va disminuyendo, debido a la atracción que todavía ejerce sobre ellos la Tierra. Cuando es sólo de 3.700 kilómetros por hora, empieza a notarse la gravedad lunar, que, aunque bastante menor que la terrestre, les hace acelerar hasta alcanzar los 9.000 kilómetros. Están ya en el tercer día de viaje, y llega el momento de ponerse en órbita lunar.

Armstrong al interior del Eagle
Una vez en órbita lunar, Armstrong y Aldrin pasan al Eagle por el estrecho pasadizo entre el Columbia y el Eagle, acomodándose en el último de ellos para comprobar todos sus sistemas. Recorren apareados 13 órbitas lunares, y en ese momento Collins acciona desde el Columbia los mecanismos de desconexión de ambas naves y el Eagle empieza a separarse, encendiendo sus motores durante 15 segundos puesto que no necesita más para abandonar la órbita lunar e iniciar el lento descenso hacia la superficie, por la simple fuerza de la gravedad del satélite.

Este es uno de los momentos más críticos de la misión ya que los imprevistos pueden surgir en cualquier momento. Cuando llegan a 15 kilómetros de altura sobre el lugar previsto, en el Mar de la Tranquilidad, Armstrong comprueba que está sobre un cráter rocoso que puede dañar el Eagle y comanda la nave para buscar otro sitio. Siguen descendiendo mientras Aldrin lee los datos que le proporcionan el radar y los ordenadores. Encuentran un nuevo emplazamiento que parece mucho más apropiado, el alunizaje es suave y el Eagle queda posado sobre aquel paraje como una gigantesca araña.

En la Tierra se escucha la voz de Armstrong: «Houston...Aquí Base Tranquilidad. El Eagle ha alunizado». Son las 16.18 del 20 de julio de 1969.

La pisada de Armstrong en la superficie lunar
Al momento, Armstrong pide permiso para salir y se lo conceden por lo que comienzan los preparativos que duran más de 5 horas. Ya con la escafandra, activa la cámara de televisión para que todo el mundo pueda ver el acontecimiento. «Un pequeño paso para un hombre. Un gran paso para la humanidad,» fue la frase que tenía preparada.

Iba unido por una especie de cordón umbilical al Eagle, pero al ver que podía mantener sus funciones vitales, se le permite desengancharlo. Al rato después, sale Aldrin, poniendo un poco de humor a la cosa: «Tal vez para Neil fuera un pequeño paso, pero para mí fue un bonito salto.., bonito, bonito, una magnífica desolación».

Pero, había trabajo que realizar: instalar una cámara de TV frente al Eagle; desplegar un detector de partículas solares; recoger 22 kilos de rocas; instalar un sismógrafo para registrar la posible actividad interna del satélite y un reflector de rayos láser para medir las distancias exactas a la Tierra; dejar un disco con mensajes de todas las naciones del mundo junto a las medallas recibidas de la familia del primer astronauta Yuri Gagarin; sellar la primera estampilla espacial de 10 centavos; plantar una bandera norteamericana y hablar con el presidente de ese entonces Richard Nixon que les felicita.

Duermen 4 horas y 20 minutos, lo que significa que han estado en la Luna algo más de 14 horas antes de encender los motores de despegue del Eagle, que deja detrás sus patas, para dirigirse el encuentro del Columbia, que les espera en órbita lunar. Se acercan muy lentamente hasta marchar en formación, momento en el que el Eagle gira sobre sí y queda atrapado por los garfios de atraque de la nave nodriza.

Se abren las compuertas entre ambas naves y comienza el traslado del material recogido. Dura más de dos horas, y los dos astronautas pasan al Columbia, cierran la compuerta y se procede al desenganche del Eagle, que se deja caer sobre la superficie lunar y ya pueden emprender el regreso. Son las 6.35 de la mañana del 22 de julio cuando encienden el motor que debe devolverles a la Tierra. No necesitan tenerlo encendido más que dos minutos y medio para escapar de la gravedad lunar y entrar en la terrestre. En adelante, se dejarán llevar por ésta, cada vez más fuerte, en un viaje de 60 horas que no ofrece ninguna novedad.

La zona prevista para el amerizaje está azotada por el temporal, y hay que elegir otra, al SE de Hawai. El portaaviones Hornet será el encargado de recogerlos. Llegan a 40.000 kilómetros por hora y no necesitan frenos: el rozamiento con la atmósfera terrestre reduce su velocidad, aunque deja la cápsula al rojo. Las tres series de paracaídas van abriéndose sucesivamente y a las 18,50 del 24 de julio de 1969, 8 días, 3 horas, 18 minutos y 35 segundos después de haber salido de Cabo Kennedy, el Apolo XI da por terminada satisfactoriamente su misión. No traen oro, ni diamantes, ni aventuras exóticas que contar. Pero han cumplido un viejo sueño de la humanidad: han salido de la cuna terrestre y han llegado a otro sitio estelar.

Y ahora Neil Armstrong, comandante de la misión del Apollo 11, ha emprendido el viaje definitivo al horizonte eterno, dejando tras de sí el recuerdo por un gran aventurero. La humanidad siempre le recordará por su logro, pese a que nunca lo buscó.

Hasta pronto, Neil Armstrong.


PANORAMA Liberal
Sábado 25 Agosto 2012 

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